VI

Me conoces, siempre estuve anclado a mi historia.
Nunca pude trasformar mis experiencias, mucho menos la tristeza, en algo más allá de estos renglones que ahora escribo. 

Aceptar el cambio, trasladar el dolor del estomago a la garganta, y de la boca al papel, es lo único que conozco. 
Y tú, que me robabas el aliento. 

Tal vez eras eso, un déjà vu que trasciende el tiempo, una sintaxis ordenando la gramática de las palabras que nunca dijimos en ecos que permanecen callados esperando, cual tropel, cualquier ordenanza de tu voz. 


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